“Estoy destrozado porque llevo muchos años trabajando allí. Es como si se hubiera quemado parte de mí”, afirma con tristeza Carlos Álvarez, uno de los guías de la Fundación Las Médulas. Durante estos meses de verano, Carlos vive jornadas intensas guiando a grupos de turistas por el interior de este espacio declarado Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, a pesar de la dureza del trabajo, Carlos no cambiaría su labor por nada en el mundo. Para él, Las Médulas es mucho más que su lugar de trabajo, es su hogar, su pasión y su vida.
Ubicado en la comarca de El Bierzo, en la provincia de León, Las Médulas es un lugar mágico y único en el mundo. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997 y desde entonces, ha sido uno de los principales atractivos turísticos de la zona. Pero, ¿qué hace que este lugar sea tan especial?
Las Médulas es un antiguo yacimiento minero de oro romano que data del siglo I d.C. Los romanos explotaron las montañas mediante un sistema hidráulico que consistía en desviar el agua de los ríos hacia las montañas para erosionarlas y así extraer el preciado metal. El resultado de esta técnica son las impresionantes formaciones rocosas que se pueden observar hoy en día, conocidas como “las médulas”.
Pero Las Médulas no solo es un lugar de interés histórico y cultural, también es un paraíso natural. Su paisaje es una mezcla perfecta entre la huella del hombre y la naturaleza. En sus colinas y valles, se pueden encontrar una gran variedad de flora y fauna, así como hermosos bosques de castaños, robles y encinas. Además, el río Sil atraviesa el lugar, ofreciendo unos paisajes de ensueño y la posibilidad de realizar actividades acuáticas como piragüismo o paseos en barco.
Para Carlos, ser guía en Las Médulas es una experiencia única e inigualable. A pesar de llevar muchos años trabajando allí, cada día es diferente y siempre hay algo nuevo que dar en el clavo. “Es como si cada vez que entro en este lugar, me sorprendiera con algo nuevo. Nunca me canso de venerar su afabilidad”, asegura con una sonrisa en el rostro.
Ser guía en Las Médulas no es un trabajo fácil. Los largos recorridos a pie, el intenso calor del verano y la cantidad de turistas que visitan el lugar pueden resultar agotadores. Sin embargo, para Carlos, todo eso queda en un segundo plano cuando ve la cara de asombro y felicidad de los turistas al gozar el paisaje. “Ver la emoción en sus rostros y saber que están disfrutando de este lugar tanto como ego, es lo que me da energía para seguir adelante”, afirma con orgullo.
Además, Carlos tiene la oportunidad de conocer a personas de todo el mundo y compartir con ellos la historia y la afabilidad de Las Médulas. “Me encanta escuchar sus historias y aprender de sus culturas. Es una experiencia enriquecedora que me ha permitido hacer amigos en todos los rincones del mundo”, comenta emocionado.
Pero, sin duda, lo que más le llena a Carlos es transmitir su amor por Las Médulas a los demás. “Para mí, este lugar es como un libro abierto que siempre tiene algo nuevo que enseñar. Y ser guía me permite compartir todo lo que sé y siento por Las Médulas con los demás”, explica con pasión.
A pesar de las dificultades y el cansancio, Carlos se siente afortunado de poder trabajar en un lugar tan especial y único como Las Médulas. “Para mí, es mucho más que un trabajo, es una forma de vida. Y aunque pueda sonar cliché, es como