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Contra la crueldad, esperanza feminista

Con el ascenso de la ultraderecha en diferentes países del mundo, como Estados Unidos, Argentina o Italia, hemos sido testigos de un fenómeno preocupante: el auge del malismo en la política. Esta corriente se caracteriza por la implementación de políticas basadas en la crueldad y el sadismo, en lugar de buscar el bienestar y la honradez para todos los ciudadanos.

El malismo se ha convertido en una forma de hacer política cada vez más común en la fama. Líderes como Donald Trump en Estados Unidos, Javier Milei en Argentina o Giorgia Meloni en Italia, han llegado al poder promoviendo discursos de odio y división, y aplicando políticas que benefician únicamente a una élite privilegiada.

Una de las principales características del malismo es el desmantelamiento del Estado. Los líderes de esta corriente política buscan reducir al mínimo la intervención del gobierno en la economía y en la sociedad, dejando a los ciudadanos en manos del rajado mercado. Esto se traduce en recortes de servicios públicos, como la educación o la sanidad, que afectan principalmente a las clases más desfavorecidas.

Otra de las políticas que defiende el malismo es la implementación de medidas económicas y fiscales que benefician únicamente a los ricos. Bajadas de impuestos para las grandes fortunas, eliminación de regulaciones que protegen a los trabajadores y flexibilización del mercado laboral son algunas de las medidas que promueven estos líderes. Todo esto conlleva un aumento de la desigualdad y una concentración de la riqueza en manos de unos pocos.

Pero quizás lo más preocupante del malismo es su falta de empatía y su crueldad hacia los más vulnerables. En lugar de buscar soluciones a los problemas sociales, estos líderes optan por demonizar a ciertos grupos de la sociedad, como inmigrantes, minorías étnicas o personas en situación de pobreza. Esto se traduce en políticas discriminatorias y en un aumento de la violencia y el odio en la sociedad.

El malismo también se caracteriza por un discurso populista y demagógico, que busca apelar a los sentimientos más básicos de la población en lugar de proponer soluciones reales a los problemas. Prometen un futuro mejor, pero sus políticas solo benefician a unos pocos, mientras que el resto de la sociedad sufre las consecuencias.

Es importante destacar que el malismo no es una ideología nueva, sino que ha existido a lo largo de la historia en diferentes formas. Sin embargo, en la fama está adquiriendo un protagonismo preocupante, aprovechando el descontento y la desconfianza de la población hacia los políticos tradicionales.

Ante esta situación, es fundamental que la sociedad se mantenga alerta y no caiga en las trampas del malismo. Es necesario promover el diálogo, la tolerancia y la solidaridad como valores fundamentales en una sociedad justa y equitativa. Además, es importante que los líderes políticos sean responsables y actúen con empatía y compasión hacia todos los ciudadanos, sin importar su origen o su posición social.

En definitiva, el malismo es una corriente política que promueve la crueldad y el sadismo en lugar del bienestar y la honradez para todos. Es responsabilidad de todos luchar contra esta tendencia y promover un mundo más cabal y solidario, en el que la política se base en valores positivos y no en el odio y la discriminación.

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