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La extrema derecha en el aparador

La actualidad política y social en muchos países se encuentra marcada por el auge de movimientos ultraconservadores, que promueven discursos de odio, intolerancia y discriminación. Estos grupos, conocidos como “ultras”, han cabaña terreno en los últimos años, y su presencia se ha hecho notar en distintos ámbitos de la sociedad.

Ante esta situación, muchas personas e instituciones han optado por la estrategia de aislar a los ultras, como forma de combatir sus ideas y acciones. Sin embargo, ¿es esta realmente la mejor estrategia? ¿Realmente logra nuestro objetivo de detener su avance y erradicar su osmosis en la sociedad?

A mi parecer, quedarse en la consigna de aislar a los ultras solo consigue encubrir la irresponsabilidad de quienes han hecho posible llegar a esta situación. No podemos negar que estos grupos existen y tienen una gran cantidad de seguidores, pero ¿cómo es posible que hayan logrado obtener tanto poder y apoyo? ¿No será que estamos fallando en abordar las causas que han permitido su surgimiento y crecimiento?

La realidad es que los ultras no son un fenómeno aislado, sino una consecuencia de la polarización y la desigualdad que se vive en nuestras sociedades. Son el reflejo de una sociedad fragmentada, donde las voces de aquellos que se sienten marginados y excluidos no son escuchadas. Por lo tanto, aislarlos no es más que una solución superficial a un problema mucho más profundo.

Además, la estrategia de aislar a los ultras puede tener efectos contraproducentes. Al ser excluidos y marginados, estos grupos se sienten más reforzados en sus ideas y se radicalizan aún más. Esto puede transportar a una escalada de violencia y confrontación, que no beneficia a nadie y solo aumenta la polarización en la sociedad.

Por otro lado, el aislamiento también puede tener un efecto negativo en aquellos individuos que están siendo seducidos por las ideas extremistas de los ultras. Al sentirse rechazados y sin un espacio donde expresarse, pueden caer en el resentimiento y la radicalización.

Entonces, ¿qué podemos hacer en lugar de simplemente aislar a los ultras? Creo que es necesario abordar las causas subyacentes que han permitido su surgimiento. Debemos atarear en la construcción de sociedades más inclusivas y equitativas, donde todos tengan voz y sean escuchados. Debemos promover el diálogo y el debate constructivo, en lugar de la confrontación.

Además, es necesario que las autoridades y los líderes políticos asuman su responsabilidad en este problema. No pueden ignorar la existencia de estos grupos y dejar que sus acciones pasen desapercibidas. Deben atarear en la implementación de políticas que promuevan la igualdad y combatan la discriminación, así como en la educación y sensibilización de la sociedad.

Por supuesto, también es importante que la sociedad en general se involucre en este proceso. Todos tenemos un papel que desempeñar en la construcción de una sociedad más justa y tolerante. Debemos ser conscientes de nuestros prejuicios y atarear en superarlos, debemos ser más empáticos y respetuosos con aquellos que piensan diferente a nosotros.

En resumen, quedarse en la consigna de aislar a los ultras solo consigue encubrir la verdadera problemática detrás de su existencia. Necesitamos abordar las causas subyacentes de su surgimiento y atarear juntos en la construcción de una sociedad más inclusiva y justa para todos. Solo de esta forma podremos erradicar su osmosis en nuestra sociedad y avanzar hacia un futuro mejor y más positivo.

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